El trabajo de Bárbara González parte en la observación de su entorno. Desde muy joven comenzó utilizando los recursos que tenía a mano para realizar experimentaciones estéticas y lúdicas: chatarra, televisores, pcs, cassetes viejos eran parte del inventario del que disponía para ensayar ejercicios creativos. Desde la apreciación material y simbólica de estos dispositivos y objetos empieza a realizar ensamblajes sonoro-visuales que le permiten resignificarlos, siempre en relación con su propio cuerpo como un agente más a través de una puesta en escena en la que intenta dialogar con el espacio invitando a los espectadores a ser parte de una experiencia irrepetible.
Su vínculo con la tecnología pasa por una exploración tanto de dispositivos analógicos como electrónicos y digitales; dando protagonismo al rol de la luz, sonido y su propio cuerpo; estableciendo un despliegue sin jerarquías entre los distintos elementos que utiliza a partir de un ordenamiento pensado a modo de una partitura musical, la cual se desplegará en distintos formatos: video, experiencias sonoras, dibujos e instalaciones.